Un sitio en el que disfrutamos una agradable velada. Terraza cubierta, noche de jueves en enero. Estuvimos solos, dentro sí había más mesas pero cenar a solas, con tranquilidad, fue genial. Eso sí, tengo que decir que el servicio fue algo lento, hubiera agradecido algo menos espacio entre un plato y otro. El personal fue amable y correcto. Con los platos fuimos "in descendo"... empezamos muy arriba con unos mejillones gallegos estupendos, jugosos, carnosos, buen tamaño y en su punto de cocción. Luego unas vieiras gratinadas, muy ricas, aunque sigo pensando, ésto ya me ocurrió en El carbón de Valentina (restaurante casi enfrente de los mismos dueños, parece, porque, nombres aparte, las vajillas son iguales y las cartas muy muy parecidas), el pegote de alioli encima, no creo que le aporte nada. Seguimos con unos chanquetes con huevos, crujientes y sabrosos, con éstos no fallas... y aquí empezó lo que nos gustó menos... lamentablemente, esta vez, el carabineros con huevo frito, no nos agradó... la última vez que lo tomamos enfrente, nos lo prepararon, todo partido y mezclado, con su buen chorro de jugo de la cabeza del carabinero... esta vez no nos lo prepararon pero nosotros mal pudimos hacerlo... porque, aparte de ser muy muy pequeño, estaba sobre cocido, y por tanto, duro e insípido el cuerpo y seca la cabeza... tienen que cuidar estas cosas... no los devolvimos de milagro. Y lo último, las mollejas, bastante generoso para ser media ración, peeero, estaban duras... la mollejas de cordero es exquisita pero tiene que estar tierna por dentro y algo tostadita y melosa por fuera. Estaban duras, sin más... Asumiré que fue un tropezón, y lo dejo en 4 estrellas, en espera de la próxima vez. Tomamos 3 copas de vino y una coca cola y fueron 98 euros... esta vez la relación calidad precio se quedó regular...