Ha sido un honor coincidir con unas cuantas almas en este bar. La comida de Julián se hace con el corazón, y eso hoy en día, es oro. Ay de Juanito el día que Julián se vaya. Por desgracia este cuento tiene su lado oscuro, ojalá algún día otros encuentren el valor para hablar y contar sus versiones, dejo aquí mi experiencia: ¿Conoces al típico hipster, poser, wannabe, neocolonialista… que, por haber tenido el privilegio de viajar un poco por aquí y por allá, cree saberlo todo, pero acaba sabiendo a caca? Pues ese es Juan, el Raro bar de Lavapiés. Es enternecedor presenciar el esfuerzo que pone en maquillar su verdadera cara: esa máscara de moderno, guay, cosmopolita, donjuanesco, cultureta... además, rojillo cuando conviene. La pose de antitaurino y antifútbol que su exNobia le fomentaba acaba siendo tan irónica como lamentable, un epicentro de la gentrificación, justo en lo que fue el barrio más rebelde de Madrid. Podemos colgarle al menos el santito de pionero: Juanito fue uno de los primeros en abrir la veda a la gentrificación rampante en la zona. Sus cutres intentos de emular atmósferas orgánicas, bohemias, artsy, perfectas para depredadores —perdón, "ligones" modernos autoproclamados melómanos—, son una copia barata de bares que hace más de veinte años ya existían en verdaderos templos del underground, como Berlín, Brooklyn o, incluso, la tan prostituida zona central de México (Roma/Condesa, Centro Histórico), que a su vez imitaban con descaro a la maravillosa provincia. Esta pareja explosiva tiene un historial impresionante. Su exnobia, por ejemplo, perpetró la canallada de cerrar las puertas del local tras venderlo al mejor postor del dios Gentrificuro. Fue la leche para ambos: se quitaron de encima una deuda de un plumazo. (No vaya usted a creer que esto fue por ser unos necios irresponsables durante la pandemia: la gente guay no se iba a restringir por unos cuantos muertitos). De paso, se ahorraron el finiquito de toda la plantilla —incluida una trabajadora embarazada— y se llevaron la nómina completa del mes. Dejando, muy en alto las costumbres administrativas más castizas de la Madre Patria. Todo muy cañí. De ahí han salido joyas de la coronita dignas del águila real. Por ejemplo, uno de sus asociados suele repetir una frase la mar de asertiva: “Hay gente que funciona con la zanahoria delante, y otros que sólo funcionan con la vara detrás.” Sic. Ese mismo individuo, con apariencia de pan sin sal, tiene un repertorio de chistes y comentarios que darían para un libro. Eso sí, dudo que algún movimiento feminista le permita siquiera publicarlo. Ay, Juanito… Qué duro debe ser cargar con tanto sobre los hombros. Imagino que nadie llega a ser un pilar de la hostelería madrileña sin pisar a unos cuantos. Despidos truchos, negarse a pagar la nocturnidad, obligar a la plantilla a trabajar tres días consecutivos sin agua corriente en el local y ni una mísera palmada en la espalda. Amenazar con hacerte perderlo todo si no aceptas ser transferido a otro bar (por segunda ocación) sin finiquito (en presencia de una menor y todo), jornadas inhumanas, ignorar las doce horas mínimas de descanso entre turnos, evitar contratar gente con experiencia… Podría seguir. Pero, por desgracia, no cuento nada que no suceda en el 90% de los bares de la Madre(ada) Patria. Así que dejemos en paz a Juanete y sus aventurillas. Esperemos que algún día su nombre quede inscrito con letras de oro en “La Historia de la Hostelería”, y se le reconozca todo lo que ha hecho por la juventud española. En especial por esas chicas tan jóvenes y tan atractivas que tanto disfruta Juanito: al darles la oportunidad de conocerle, y abrirles el backstage de ese Bollywood lavapiesino que encandila a tantos con sus luces LED de artificio, su olor a kebab rancio y orines, su naíf visión del arte y del underground, y tan violentando en los ultimos años por los privilegios de los pudientes. Eso sí: los litros y litros de birra y las batallitas… nadie nos los quita. Salve, Juan Raro, rey tuerto en tierra...
Read moreThe place has a certain edgy, modern street-art vibe—clearly designed to feel effortlessly cool. And sure, the service was great, but a good restaurant needs more than just friendly staff and trendy decor. The food has to actually deliver.
The ensaladilla rusa came in a hefty portion but was drowning in vinegar, completely overpowering the dish. And for something advertised with king prawns, there was a serious lack of them—more of a suggestion than an actual ingredient. The aubergine was decent, with a nice balance of tahini and nuts, but that was about the only bright spot.
The veal cheek? Tough, chewy, a far cry from the melt-in-your-mouth tenderness it should have. And the bao? A disaster. The bun itself was dense and rubbery, like it had been sitting around too long. The pulled pork inside? Bland, under-seasoned, and somehow also chewy—zero effort to build real flavor.
It’s a place that looks the part, but the kitchen needs to catch up. Great service, cool setting, but if the food isn’t there,...
Read moreI dined here with three British and American friends on a Friday night, on the recommendation of my local Home Exchange host. The service and food were fabulous. Our waiter recommended a bottle of red wine that we all loved (we ended up ordering a second of the same), and pointed out dishes that he recommended as 'espectacolar' - the confit leeks, the artichokes, and the veal cheeks with carrot purée. We also ordered the bacalao and the sweet potato with chickpeas. As the pescetarian in the group, I loved everything I had; the meat eaters said the veal cheeks were wonderful. The leeks were possibly everyone's favorite. The desserts were excellent, too - we loved the lime cheesecake that the waiter recommended, but the two men in the group preferred the chocolate 'brownlant', which was like a brownie with a melting chocolate inside. We all agreed it was the best meal of our trip to Madrid. The staff were all kind and helpful (through my extremely basic attempts at Spanish). I'd...
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