En una villa marinera como Luarca, donde el Cantábrico marca el pulso del día a día, hay lugares que capturan la esencia de Asturias sin artificios ni estridencias. Uno de ellos es este restaurante que lleva desde 1958 sirviendo cocina de verdad: honesta, bien elaborada y profundamente ligada al producto local.
Nuestra visita coincidió con un momento de alta afluencia, con todas las mesas ocupadas, lo cual ya anticipaba el buen hacer del lugar. Aun así, el servicio no se resintió: el trato fue amable, profesional y muy eficiente. Nos ofrecieron tanto carta como menú, algo que siempre se agradece, y nos decantamos por probar platos variados para tener una panorámica más completa.
Comenzamos con unas almejas al natural, servidas simplemente cocidas, sin artificios que oculten su frescura. Tiernas, jugosas y con ese sabor a mar limpio que solo se consigue con producto de primera. A continuación, llegó a la mesa una cazuela de fabas con almejas, de esas que reconcilian con la cocina tradicional. El punto de la faba era perfecto: piel intacta, mantequillosa por dentro, y el caldo bien trabado, con el sabor justo a marisco y sin exceso de grasa.
Como entrante frío, una ración de cecina finísima, con un toque de aceite que realzaba su sabor intenso y ligeramente curado. Los principales no se quedaron atrás: una merluza a la sidra, jugosa y en su punto, y una morcillo de ternera guisado con arvejos (guisantes) y guarnición de patatas fritas caseras, que recordaba a los guisos de casa, con mimo, fondo y mucho sabor.
Para los postres, dos clásicos de la casa: requesón con miel —una combinación sencilla pero que aquí se convierte en algo especial por la calidad del lácteo— y frixuelos, los tradicionales crepes asturianos, servidos en su versión más pura y sin florituras, lo cual es de agradecer.
La limpieza del local era impecable, incluso en un día con tanto movimiento. El ambiente, aunque concurrido, seguía siendo agradable y acogedor. Pasamos algo más de dos horas disfrutando sin prisas, por un precio final de 97,40 € para dos personas, es decir, en torno a 50 € por comensal, incluyendo vino, café y todos los platos descritos. Una excelente relación calidad-precio teniendo en cuenta el nivel de los ingredientes, la elaboración y el entorno.
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Read moreLlevamos más de veinte años visitando Asturias, y no recuerdo mayor decepción que la que nos hemos llevado hoy. Llamamos para reservar en el mismo día. Nos citan para las tres y media. Acudimos a las tres y cuarto, -por si había alguna mesa ya libre-. Había, y muchas, entre el salón y la terraza, y que finalmente no han sido ocupadas. Pero es que eso, ha sido lo de menos. Pedimos un cachopo para dos, y una botella de sidra. Cualquiera que haya visitado Asturias, sabe que con un cachopo, comen dos personas perfectamente. Hoy no ha sido el caso. Nos presenta el camarero un cachopo, que es la tercera parte de un cachopo 'convencional'. ¿La sidra? Pues nos trae una botella de sidra 'de autor', que no es que no estuviera buena, pero no era una sidra, que es lo que habíamos pedido. ¿Nos avisó sobre el tamaño ridículo del cachopo? -Disculpen caballeros pero nuestro cachopo, aunque tiene precio de cachopo, no está dimensionado para compartir. ¿Nos avisó de que no disponían de sidra natural? ¿La que todo hijo de vecino desea tomar cuando pide una sidra? Pues no, señores. Nos trajo esa maravillosa sidra 'de autor', a 9'50 € la botella. Si alguien pisa Asturias por primera vez, y recae en este lugar esperando probar ese cachopo del que tanto le han hablado, y esa famosa sidra asturiana, la decepción será enorme, pues el cachopo es excepcionalmente pequeño para su calidad y su precio. Y la 'sidra de autor'...pues eso. Que no es sidra. El gremio de hostelería debería denunciar al dueño de este restaurante por engañar a su clientela con dos de los productos más reconocidos de la gastronomía asturiana. Si vuelvo a pasar por ahí, me...
Read moreRestaurante más alejado del resto, pero con bastante parking por la zona. Se ve algo vieja la decoración, muy señorial, pero no deja de tener mesas cómodas y anchas, sin embargo, estuvimos toda la comida escuchando música clásica a un volumen que resultaba realmente MUY MUY MUY MOLESTO, es un poco estresante estar escuchando redobles de timbales y solos de violín y oboe mientras comes. Referente a la atención, bastante seca, nos dejaron las cartas y el menú en la mesa sin explicarnos ni decirnos nada más que un "buenas tardes". Para comer: croquetas, CONGELADAS, una gran decepción. Antes de ofrecer croquetas en tu menú, si te vendes como restaurante de comida tradicional y fresca, servir semejante plato solo te hace perder puntos. Secreto ibérico, carne que se notaba que habia sido recién descongelada y el interior de la carne aun estaba algo duro y frío. Las patatas que lo acompañaban caseras y muy buenas (hasta ahora lo único que habia valido la pena). También pedimos fabada asturiana, aquí si hay que decir que estaba muy buena y gran cantidad. De postre no me arriesgué a pedir nada, a no ser que también...
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