La Basílica de la Macarena, situada en Sevilla, es una obra arquitectónica que combina el estilo neobarroco con elementos tradicionales de la arquitectura andaluza, y destaca por su fachada colorida y ornamentada. Inaugurada en 1949, es relativamente moderna en comparación con otros templos históricos de la ciudad, pero posee una importancia monumental debido a su vinculación con la Hermandad de la Esperanza Macarena y la devoción a la Virgen de la Macarena.

La fachada principal, de un vibrante color amarillo ocre combinado con detalles blancos, refleja la influencia del barroco sevillano con sus líneas curvas y su composición simétrica, acentuada por el uso de pilastras y un frontón central coronado por una espadaña con campanas. Este diseño fue realizado por el arquitecto Aurelio Gómez Millán, quien supo incorporar elementos tradicionales del barroco de forma elegante pero sobria, evitando la sobrecarga ornamental propia de otros ejemplos de la época.

Uno de los aspectos más interesantes es el arco que precede a la basílica, conocido como el Arco de la Macarena, una estructura de origen árabe, que simboliza una transición histórica entre la Sevilla medieval y la moderna. La fusión de este arco con la basílica refuerza el carácter de la zona y establece un vínculo entre pasado y presente.

La fachada invita a ser contemplada en detalle: los juegos de luces y sombras en los relieves y molduras se acentúan bajo el sol andaluz, creando una sensación dinámica y vibrante. Además, los emblemas de la Hermandad y los motivos decorativos religiosos en las puertas de madera labrada subrayan la importancia del templo en la Semana Santa sevillana.

La Basílica de la Macarena es, sin duda, un hito tanto por su arquitectura como por su relevancia cultural y religiosa en Sevilla, destacando no solo por su diseño neobarroco sino también por el arraigo emocional que tiene para la ciudad.