Cuando me invitaron a un "nuevo restaurante " en Arboledas, Atizpan, para quien no conozca la Ciudad de México, esta zona se encuentra al norte de la ciudad y se caracteriza por la carencia de buenos restaurantes y una casi nula oferta cultural, decía, cuando me invitaron al restaurante de marras dije para mis "adentros", "esto ya valió madres, pero a caballo regalado no se le miran los dientes", para mis afueras dije, "no lo conozco, pero donde tu digas "mi alma". Como buen militante de las fuerzas básicas de la tercera edad, en chinga lo "gugulie", cual fue mi sorpresa saber que el chef del restaurante era ni mas ni menos que el genio, Pablo San Román, al cual conozco desde que estaba en D.O. en la zona de Polanco (zona culinaria por antonomasia), además de ser un portento en la cocina, compartimos aficiones en común, el box, las motocicletas y hablar pendejadas. Desde el inicio se nota la mano de Pablo, al poco rato de sentarnos se acercó Carmele, su mujer, tan guapa y afectiva como pocas. Platicamos un poco y al poco rato llegó el Sensei San Román, platicamos de algunas pendejadas y sobre como había llegado a Arboledas, no recuerdo que me dijo, pero eso es irrelevante. Para no seguir con este ya muy largo pero aburrido preámbulo, "a lo que te truje Chencha". Para abrir boca, pedí unos percebes, buen sabor pero con el tamaño de los gusanos de maguey. eso si, frescos de "a madres". El tamaño me imagino que es por la zona donde se pescan, los mejores son los del Norte de España, igual estos eran de la Península de Yucatán, los habitantes de esta península se caracterizan por su corta estatura, quizás estos cirrípedos (los percebes no los habitantes de Yucatán), han sido afectados por esta situación. Lo dicho, el sabor, el cocimiento y la frescura, excelentes. En los platos del día, figuraba la fabada, recordé la fabada del D.O. y empecé a salivar, sin checar nada más, la pedí, para mi mala o buena suerte ya habían dado cuenta de ella los comensales que llegaron más temprano, con cierta frustración, me fui al menú normal. Ahí vino la sorpresa, Rabo de Toro, uno de mis platillos preferidos de la gastronomía española. Sin más y con gran aplomo, fue mi elección, y fue La Elección, jamás había probado un Rabo de Toro como el que en ese día dí cuenta, y vaya que lo he probado tanto en México como en España muchísimas veces. Imposible describir el sabor, venía acompañado de un puré de papa trufado y no sé que otra cosa. La experiencia fue inolvidable. Hoy por hoy hay algo para presumir en la zona norte del área metropolitana de la CDMX. En Arboledas se come el mejor rabo de toro del mundo. Mil gracias Pablo, en breve nos...
Read moreA very Spanish joint in Mexico City. The decor is very basque, cozy and comfortable. The service is mexican in the sense that they treat you like a king without overwhelming you. You’re not finished raising your hand and they are already there for you.
I got the oysters “rasurados”, the best I’ve had in years (a very Mexican recipe and not Spanish, but worth trying if you haven’t). The caldo de cola de res or oxtail broth is comfort food at its best. I also recommend the fish soup. The chuletón de vaca vieja is a good option to share with 2 or even 3 if you had enough appetisers. For dessert the tarta santiago is very well made and comes with a deli ice cream. One of the top 3 Spanish restaurants in Polanco if...
Read morePésima experiencia. Abundo mi comentario: Pedí “tapa de chuletón”, la carne estaba, como diría mi abuela “muy oreada”, el aspecto seco sin jugo. De verdad no daban ganas de comerlo y así lo expresé. (Me encanta la comida española y en especial la cocina catalana y la vasca). Como lo he expresado en otros comentarios, soy tragón profesional y sé diferenciar entre una carne seca y una jugosa, de hecho pedí término medio. Se llevaron el platillo y vinieron a explicarme lo de siempre: el tonto es el comensal y el chef excelente. De ahí, se presentó una dama y ostentó, no su cargo, sino su nacionalidad “yo soy española”, dijo; entonces ejerció sobre mi una insistente coerción para comer el platillo (la casa no pierde). Solo para no discutir, independientemente de que ya había tratado de solicitar otro platillo, pedí me regresaran el plato. Lo trajeron de nuevo, pero como había pasado mucho tiempo, venía frío y nadie se percató hasta que pedí que lo calentaran y lo regresaron con una salsa encima de la carne, pienso con objeto de calentarla. El platillo me provocó una descompostura terrible del aparato digestivo. La mesera muy atenta, la felicito. Sin embargo, traía las uñas de una pulgada de largo y ¡pintadas!; bien arregladas no lo niego, pero a quién se le ocurre permitir esto en un restaurante “de primera”. Un amigo mío me enseñó a observar las uñas de los meseros, como muestra de profesionalismo e higiene. Ni un pianista, ni un guitarrista ni un mesero; deben traer las uñas de una pulgada de largo. Pedí un Rioja crianza (Fernández de Piérola 2018), a buen precio; malo, ligeramente mejor que el agua Electropura. Definitivamente, más vale malo por conocido que bueno por conocer, lo cual aplica también perfectamente para los restaurantes. Conclusión: mucha parafernalia y poca cocina y atención. No regreso, no lo recomiendo. Situaciones como esta realmente desalientan a conocer nuevas experiencias culinarias, hacen que te quedes con los que ya conoces o no salgas de tu...
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