Fue el único restaurante en el que realmente comimos. Sin que fuera tapear. Estaba bastante lleno aunque por suerte tuvimos mesa en el salón de abajo. La atención del camarero de mejor a peor, nos recomendó que la cantidad era mucha la que pedimos y acertó. Aunque llegado un momento dejamos de existir para ellos. Desde que nos terminamos la comida hasta que nos pudimos ir (con postre y espera de este de por medio) pasó más de una hora de esperas. Tomamos media ración de lagarto (muy tipico y recomendado) y estaba buenísimo. Pedimos también la ración de huevos rotos con picadillo de chorizo. Estaban buenos, pero para mi gusto repetía un poco tanto picadillo, ya que sorprendentemente el plato llevaba mucho picadillo, 6 huevos, y poca patata. Acompañado todo de pan de hogaza (que nos cobraron). De postre tarta “casera” de nutella con bola de helado de vainilla que personalmente no me dijo nada. Esperaba más de ella. Precio 26€ por 1botella de agua, media ración de lagarto, una ración de huevos rotos, el pan, y postre de nutella. Recomiendo ir a este sitio, aunque no si tienes especial prisa ya que no sabes lo que tardarán.