Acá pondré una reseña con una escena que imaginé antes de que mi madre (con bronquitis obstructiva) llegara a visitarme por el fin de semana. Tomaríamos el metro hasta la estación Salvador. Me gustaría mostrarle la fuente de agua con juego de luces que está en la plaza a la Aviación. Sin embargo, se me olvidaría que solo funciona de noche. Luego mi madre (con bronquitis obstructiva) compararía el Monumento a la aviación con un cohete de fierro que hay en una plaza en Coquimbo. Me diría que ella siempre me llevaba cuando era chico para subirme e imaginar que era un astronauta. Recordaría el cohete, incluso hasta el día de hoy existe, pero como un lugar que me producía miedo. Luego seguiríamos avanzando lentamente por el Parque Balmaceda. Mi madre (con bronquitis obstructiva) frenaría cada diez o quince pasos. En un momento yo apuntaría una zona que a simple vista no tiene nada de particular. Le contaría a mi madre (con bronquitis obstructiva) que ahí estaba el Museo de los Tajamares. Que, tras varios intentos de reabrirlo a la comunidad, la alcaldesa Evelyn Matthei decidió un día taparlo con tierra y asunto resuelto. Luego se me vendrían varias analogías, no con la dictadura que apoyó esa vieja de derecha que luego mágicamente olvidó, sino con las señoras que cuida mi madre (con bronquitis obstructiva) en su casa de reposo. Señoras a las que no se les entiende nada de lo que dicen como si tuvieran tierra en la boca. Señoras que están cubiertas con algo llamado olvido. Señoras-plantas, sentadas en sofás-maceteros, enterradas con recuerdos que ya no pueden sacar a la luz. Luego nos devolveríamos en Uber al departamento. Mi madre (con bronquitis obstructiva) me diría que se hará más exámenes cuando llegue a Coquimbo. No quiere que la bronquitis obstructiva se transforme en una EPOC (enfermedad pulmonar obstructiva crónica). Me propondría quedarse más días conmigo. Le respondería que no, que tiene que devolverse a Coquimbo, que el próximo mes iré para allá. Que iremos a la caleta porque los pescados en Santiago no saben a nada. Mi madre me diría “toda la razón”. Y nos reiríamos juntos.