Le Bistroman Atelier — Restaurant in Madrid

This classic French bistro is quietly elegant from front to back. The dishes are also French classics: escargot in garlic butter, foie gras, hollandaise sauce, etc. but there are also enough new choices (those fish and shrimp ravioli bathed in bouillabaisse, OMG!!). The menu is just right: not overwhelmingly ambitious but not too short. Just enough for the kitchen to handle. We really appreciated the top quality ingredients and the care with which they were prepared. The leeks in hollandaise were divine (although the waiters should have gotten them to the table quicker before the sauce cooled). The little camembert puffs were delicious. My onglet de bouef (a beef filet) was crazy good, that bordelaise glaze was a showstopper! The desserts were all spectacular classics, too. A perfect chocolate mousse, creamy and intense, a tarte tartin with 3 sauces, and a lemon soufflé that took the cooks 2 tries to get right but was worth the wait (it’s such a hard dish to make right, few restaurants bother so it was especially nice). The seating is comfortable and thoughtfully not too close for such a small dining room. The place settings are equally elegant. It’s not a budget restaurant so if you’re looking for cheap eats, this is probably not a good option for you. That said, for a restaurant following in the footsteps of classic Michelin stars of the 1980s, a full meal for 3 for 200€...

Had the pleasure of dining at this 1-star Michelin restaurant tucked away in a prime spot in Madrid — and it did not disappoint. Service was spot-on: fast, attentive, and the staff really knew their stuff, which made the whole experience smooth and enjoyable.

The food? Unreal. Beef Wellington was cooked to perfection, the croquettes were crispy little flavor bombs, and the ratatouille was elevated without trying too hard. The soufflé at the end sealed the deal — light, rich, and everything a dessert should be.

The atmosphere hit a sweet spot between fancy and comfortable — upscale but not stiff, and nice and quiet so you can actually enjoy a conversation.

Special shoutout to the sommelier: absolute pro. Nailed every wine pairing, each one complementing the dishes without overpowering them. You could tell they cared about the craft.

All in all, it lived up to the star and then some. Would go back in...

Desgraciadamente la peor experiencia en un restaurante en mis 60 años de existencia. Y ni siquiera puedo valorar la comida puesto que nos obligaron a marcharnos a mitad de la cena. Había reservado por teléfono el 30/12/24 para disfrutar una SmartBox que me habían regalado; al hacer la reserva para el día 11/1/25 me pidieron el código correspondiente para validarlo, lo validaron y la persona que me atendió me dijo que todo OK, me informó de cómo era el menú y que me enviaba correo y SMS para confirmar, como así sucedió. Algo más extraño es que el mismo día de la cena, media hora antes de llegar me llamara la que se identificó como “maitre” para pedirme nuevamente el código de verificación; no obstante, como afortunadamente llevaba la tarjeta de la Smartbox en la cartera, se lo volví a facilitar, me dijo que OK y en media hora nos presentamos en el restaurante. Al llegar, todo perfecto, la reserva OK, nos sentaron en la mesa que nos habían asignado y nos trajeron el menú que ya estaba reservado por ser el que correspondía a la Smartbox. Solicité a la sommelier el vino que elegimos, nos lo trajeron y empezaron a traernos los aperitivos y los entrantes. Pero de repente, en mitad de la cena y con la botella de vino por la mitad, nos viene la maitre y nos dice que el código de Smartbox no es válido pero que lo que ocurre en realidad es que este restaurante ya no trabaja con Smartbox, y que tras hablar con su jefe, teníamos que pagar nuevamente la cena, a pesar de que esta ya estaba pagada a través de Smartbox y validado su código. Le indiqué que nos estaba estropeando la cena y la velada, que esas no eran ni formas ni ese el momento, mucho menos a mitad de la cena, para plantear cualquier posible incidencia. A pesar de ello insistió en que el “jefe“ exigía que se pagara nuevamente la cena, algo a lo que, por supuesto, me negué. Le pedí el libro de reclamaciones, lo cumplimenté y nos fuimos del restaurante a las 23.30 sin haber podido cenar. La propia maitre nos indicó, justo antes de irnos, que ella compartía totalmente nuestra indignación, que le parecía una decisión muy vergonzante y desafortunada y que, por esa razón, ella misma iba a pagar de su bolsillo cualquier gasto que le exigiera su jefe (parece que este seguía empeñado en que le pagáramos la cena), puesto que ella no se veía con ninguna razón ni autoridad para exigirnos a nosotros el pago de ninguna cantidad. Le agradecimos su gesto y nos marchamos a tomar unos pinchos al Mercado de San Miguel, muy...