Restaurante La Montería

Empezamos con el sitio, que está bien ubicado, limpio y nada más al entrar ya te encuentras con su colección de placas Guía Michelin. Hemos pedido el menú degustación, con una propuesta de bocados del mar y siguiendo con platos de caza.

Destacamos los entrantes: el atún rojo con wasabi dulce y picante. Es una buena combinación de sabores y con un atún de gran calidad, que se deshacía en la boca. La corvina en su punto perfecto, con una fina capa crujiente y jugosa por dentro. La gamba roja, sin mucho que decir, tiene un sabor muy fuerte a mar y que particularmente no nos gusta.

La innovación del tartar con carne de ciervo estuvo bien en cuanto a nivel de carne (buena textura, marcado) pero no nos recordaba el sabor de un buen steak tartar. Sentimos que faltaba el picante, la cremosidad, y sobre todo la temperatura de un tartar (frío y no caliente como proponían). El hojaldre de perdiz se destacó por su punto y jugosidad, muy bien condimentado y guisado.

En cuanto a los postres, la torrija no nos convenció, era una torrija sencilla y que no aportaba nada de acidez. La acidez debería venir del helado de maracuyá que proponían en la carta, pero al final nos pusieron un helado de vainilla lo que dejó todo muy dulce. Y el buñuelo estuvo muy rico, fue una explosión de sabor en la boca, con el dulzor bien controlado con lo que se parecía a un chocolate 60%.

En cuanto al servicio, fuimos bien recibidos y con una sonrisa. Sin embargo, lo que nos gustaría que hubiera pasado (y creo que es un déficit general en la hostelería), sería que nos hubieran explicado más sobre los platos y sus propuestas. Es por lo menos lo que yo espero de un restaurante con tantas placas Michelin colgadas en sus paredes.

En resumen, ha sido una experiencia buena. Creo que el precio vale más por la calidad de los productos en sí, pero en general el Chef mostraba técnica y concordancia en los platos, así como un buen ritmo en el menú.