Ir al Caballo de Troya en Valladolid es, o era, como visitar una institución gastronómica. De esas que se recomiendan con los ojos cerrados, donde uno espera salir rodando de felicidad y no rumiando pequeños "detallitos" que, en un restaurante de este nivel de precio, ya no pueden ser pasados por alto.
Para empezar, la bienvenida fue tan cálida como una reunión de comunidad de vecinos. Nadie te indica dónde dejar el abrigo —el perchero a tus espaldas—, así que acabas abrazando el abrigo.
Y si tienes alguna intolerancia, suerte. Pedir pan sin gluten es como pedir la luna en cuarto menguante. La respuesta fue un elegante “no tenemos”, sin mayor alternativa. Y si hay algún ingrediente que no te gusta, tampoco esperes propuestas alternativas. El menú, como las leyes divinas, no se discute.
Los baños, bueno… digamos que han conocido tiempos mejores. Una reforma no vendría mal, algo que no te haga sentir que estás entrando en un cuchitril.
En cuanto al servicio, hay un desfase curioso entre lo que parece que quieren transmitir y lo que realmente ofrecen. Te traen los cubiertos nuevos mientras todavía están los restos plato anterior, y las migas del pan se quedan como testigos de honor en la mesa. Son pequeños gestos, sí, pero en este rango de precios, se notan... y duelen.
Ahora bien, vayamos a lo que importa: la comida. Porque aunque la experiencia cojea, hay cosas que aún galopan.
Las gambas al ajillo fueron un acierto rotundo. Volvería a pedirlas y quizá también por las mollejas, que estaban deliciosas. El pulpo, aunque de buen sabor, llegó un poco más hecho de lo que uno espera. Las carrilleras, tristemente, fueron el truco de magia de la noche: fileteadas, colocadas con mimo sobre patatas panaderas, aparentaban ser más generosas de lo que realmente eran. Y el pescado… un poco pasado de punto, una lástima.
En resumen, El Caballo de Troya sigue siendo un nombre que impone respeto, pero si no se pone las pilas, corre el riesgo de convertirse en una reliquia del pasado. Como en la historia original, el enemigo (en este caso, el descuido) ya ha entrado dentro...
Read moreSe me ha caído un mito y me refiero al Restaurante. Me voy a quedar con el recuerdo de visitas anteriores porque si por la de este fin de semana fuera, no creo que volviera. Que ha pasado? Teníamos reserva para cenar en pareja, llegamos algo antes y no hubo problema, éramos los primeros en el servicio de cena. Nos indicaron que subiéramos al salón de arriba. En mi opinión más tranquilo y acogedor que el de abajo. Decoración sencilla pero elegante, tonos blancos y grises, un gran ventanal con vistas al patio y la otra pared con botellas de vino en una vitrina. Cuando nos entregan la carta viene la primera sorpresa, está sucia, pegajosa, de vergüenza. La segunda sorpresa cuando la camarera nos toma nota, ya que tenía la camisa del uniforme llena de manchas, que, teniendo en cuenta que éramos la primera mesa que servía, las manchas no eran recientes ....no daba crédito. La otra camarera presentaba una cojera evidente, en mi opinión incompatible con su trabajo (teniendo en cuenta que a cada plato deben subir y bajar dos tramos de escaleras) y digna de una baja. El servicio de nuestra camarera, aunque amable, falto de profesionalidad. De los platos de la carta no disponían de carpacho de atún, pero no lo supimos hasta que lo pedimos, en lugar de avisarlo..... En cuanto a los platos, el pulpo estaba delicioso, pero para poner el contrapunto las patatas cocidas de guarnición estaban insípidas y frías, no templadas, frías. La ensalada de escabeches, para dejarte los dientes si no tienes cuidado, ya que encontré varios huesos. Es la primera vez que me pasa. Los segundos, el solomillo y el entrecot no estaban mal, pero el entrecot no tenía el punto pillado y la guarnición unas tristes patatas fritas. De postre una tarta de queso, bien. Esta muy lejos de parecerse a lo que fue en su día. Lo siento pero no lo recomendaria, el sitio es precioso, pero la experiencia en general deja mucho que desear, sobretodo a...
Read moreHace tiempo que no escribía ninguna reseña pero nuestra experiencia de ayer bien merece un comentario. Conocimos este restaurante por su taberna donde tienen probablemente las mejores Patatas Bravas que he comido y un pulpo alucinante y ayer nos decidimos a probar el restaurante.
A parte de la profesionalidad del servicio y de la atención queremos destacar la calidad altísima de sus platos.
Tanto el carpacho te Atún con un sabor fresco e intenso, el pulpo ( super tierno y lleno de sabor) , la ensalada de escabechados (conejo, perdiz y codorniz) espectacular no dejeis de probarla, y las gambas al ajillo buenísimas. El bacalao tenia una textura y sabor impresionante y el pisto que lo acompañaba, complementaba a la perfección el plato. Y ya para rematar la chuleta que tenia un sabor, ternosidad y gusto increíbles, cocinada en su punto justo para una carne de esta calidad.
Los postres trufas caseras con un sabor a cacao puro y el tocinillo de cielo casero ambos para quitarse el sombrero. El ambiente super agradable , recogido, se podía estar tranquilamente hablando y disfrutando de la velada.
El restaurante estaba lleno con lo que os recomendaría ir con reserva. Nos quedaron de probar muchos platos, (Mollejas, callos, rape) con lo que volveremos seguro y no...
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