We had a disappointing experience at this restaurant, so please be cautious if you decide to visit and only order a couple of meat cuts. This is a traditional Korean barbecue place where you cook your own meat. It was our first time here, and we asked for assistance in ordering enough food for five people. They advised us to order about one plate of meat per person, and unaware of the portion sizes, we followed their suggestion. The meat plates turned out to be enormous, making it impossible for us to finish, and we ended up sending back uncooked meat. When the bill arrived, it totaled an astonishing $422.70.
We spoke with the manager to express our concerns, explaining that we merely followed their recommendation. We suggested that in the future, they should provide more accurate guidance on portion sizes. I mentioned that it felt unfair to be in this situation. He took our receipt to see if he could offer any assistance but returned saying he couldn't help because the transaction was already with the bank, as if we weren’t familiar with how credit and refunds work.
It’s disheartening, especially since I’m from Mexico City and was visiting with my husband, my sister-in-law, my father-in-law, and his wife, who had traveled from Texas and California. This type of service can perpetuate negative stereotypes about our country and contribute to the perception that some individuals take advantage of tourists. We’ll certainly be more cautious in the future, and I recommend that others...
Read moreKuili se manifiesta como un señuelo luminoso en el tapiz nocturno de la ciudad, un edificio adornado con neones que parpadean como confidencias de un charlatán sofisticado, evocando las vibrantes calles de Seúl con una autenticidad que parece importada directamente de un episodio de drama coreano. La fachada, capturada en esas instantáneas nocturnas con carteles multicolores en hangul y hanzi que proclaman exotismo, es un imán para el curioso: invita a soñar con un banquete que fusiona tradición y tendencia. Sin embargo, como experto culinario con un paladar templado en mercados desde Busan hasta las fondas de Ciudad de México, debo advertir: esto es un espejismo donde el encanto visual eclipsa la sustancia, dejando al comensal en un limbo de expectativas incumplidas.
El interior es un ejercicio en minimalismo industrial con acentos lúdicos —tubos cromados suspendidos como venas en una anatomía moderna, bolsas de tela con el logo de Kuili colgando como trofeos de un bazar turístico, y mesas de granito salpicado que brillan bajo una iluminación estratégica—. Todo exhala esa "atmósfera" que las redes etiquetan como #KoreanVibes, con un sombrero rojo adornado con la bandera mexicana sobre la mesa como un guiño irónico a la globalización forzada. Uno se acomoda, anticipando el ritual, pero el velo se rasga pronto: las porciones, aunque no malas en sabor —la carne conserva un marmoleo jugoso que, en su efímera presencia, roza lo aceptable—, llegan con la prodigalidad de un coleccionista avaro. Lonchas rosadas de res que se funden en la parrilla con una rapidez alarmante, entregando un bocado decente pero fugaz; tiras de cerdo que, si bien sazonadas con corrección, desaparecen antes de saciar; y esos camarones en forma de bolitas grises, rellenas de una masa marina que no ofende el gusto pero tampoco lo conquista, coronadas con tobiko naranja como un adorno superfluo. Los vegetales, dispuestos en bandejas con hojas de plátano como escenografía, aportan frescura modesta, pero su timidez los reduce a meros comparsas en un plato donde el protagonismo se evapora.
El grill, ese epicentro prometido del asado comunal coreano, se revela como un escenario de autoservicio enmascarado de elegancia: tú, el invitado de honor, terminas como el cocinero aficionado, volteando cortes que se consumen en un parpadeo mientras el humo asciende como un suspiro colectivo de decepción. Es un lujo peculiar, pagar por sudar sobre tu propia comida, como si el restaurante te contratara para su espectáculo. Alrededor, las mesas vecinas ofrecen un tableau vivant de desilusión: rostros contemplativos, bandejas semivacías que parecen reliquias de un festín abortado, y diálogos que se apagan con la misma celeridad que las llamas.
El servicio baila en un espectro de apatía refinada: el mesero inicial, con su aire de hastío filosófico, contesta consultas sobre el grill con un mutismo que podría pasar por minimalismo zen... o por un desdén educado. Un segundo, más afable, mitiga el daño, pero no borra el poso de superioridad latente. Y en la caja, los dueños presiden con rostros de granito, procesando el pago como guardianes de una frontera invisible, con esa xenofobia sutil que no agrede pero excluye, susurrando en silencio: "esto no es para ti".
La cuenta, unos $1,300 para dos, no punza por su cuantía, sino por el desequilibrio entre el egreso y el ingreso sensorial —sabes decente, pero insuficiente para justificar el teatro. Kuili trafica en atmósfera, no en sustento; ideal para quienes prefieren el encuadre de Instagram al éxtasis epicúreo, el postureo al...
Read morevisité este restaurante durante la semana de su gran inauguración y, lamentablemente, fue una de las experiencias gastronómicas más decepcionantes que he tenido. Desde el principio, el lugar se sintió caótico y desorganizado. El gerente/propietario, un hombre coreano que hablaba español, nos sentó, pero no nos explicó cómo ordenar, lo que aumentó la confusión. Aunque fue algo amable, parecía estar sobrepasado por la situación.
A pesar de que el restaurante estaba muy lleno, el servicio fue lento y desorganizado. Tuve que pedirle al dueño cuatro veces una cerveza, pero nunca llegó. Después de recordarle a otro mesero dos veces, por fin la trajeron a la mesa.
La comida no estuvo mucho mejor. Los platos que deberían haber estado calientes, como el pollo frito y la sopa de tofu, llegaron tibios, como mucho. Me imagino que hubieran sido mucho más sabrosos si los hubieran servido a la temperatura correcta. El BBQ fue especialmente decepcionante. La "Aguja de Ternera en Salsa" no tenía marinado y estaba completamente insípida.
El menú también fue un problema. La mayoría de los platos no tenían fotos y las descripciones eran muy pobres, lo que hacía difícil saber qué estábamos pidiendo. Además, el restaurante apagaba con frecuencia los extractores dejándonos respirando todo ese humo que también ardía en los ojos.
Consideré pedir otros platillos, pero me hesité por el servicio lento y el miedo a que se olvidaran más cosas. Cuando finalmente llegó la comida, no nos dieron utensilios, cuchillos ni tijeras para cortar la carne.
Otro punto negativo es que te cobran una propina obligatoria, lo cual no esperaba en un lugar que no cumplió con las expectativas en cuanto a servicio y calidad de la comida.
Aunque el restaurante es visualmente atractivo y perfecto para tomar fotos afuera, la comida y el servicio fueron bastante decepcionantes. Fue una de las experiencias gastronómicas más incómodas que he tenido, y mis ojos siguen ardiendo mientras escribo esto. Dado lo altos que son los precios, no puedo recomendar este lugar. Hay opciones mucho mejores de comida coreana...
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