Café Santiago — Restaurant in Porto

It looks cool, but tastes terrible. If I can offer one piece of advice: just don't do it. Look at the photos, imagine what it feels like to drink a bottle of oil and have the feeling of a brick in your stomach, and then just go on with your day.

The siren call of Café Santiago's renowned Francesinha beckoned, a beacon of gastronomy, but little did I know it would lead to a culinary cataclysm. This revered sandwich, a darling of countless travel blogs, proved to be a telltale sign of tourist traps that my party of three, alas, chose to ignore. Instead of finding myself in flavortown, I found myself with a 3000 calorie oneway ticket to cardiovascular disease with no taste reprieve.

We embarked on a journey of indulgence, ordering two of these monstrous creations, visually striking like an architectural masterpiece of gluttony, a grand tower adorned with layers of sauce. In sheer awe of its appearance, we yearned for it to taste as splendid as it looked.

However, this gastronomic marvel fell from grace. Its flavors were an ill-conceived concoction, akin to an ambitious experiment conducted under the influence of an altered state of mind (stoney-baloney if you know what I mean). The Francesinha manifested as an abomination, akin to a mound of sodden cardboard drenched in atherosclerosis, a taste that left us yearning for culinary redemption.

Its impact on the stomach was no less dramatic, leading to an unexpected surrender, my body's visceral response to the monstrous creation. Perhaps the Francesinha finds redemption elsewhere, but this encounter was nothing short of regrettable. Proceed with caution when seduced by its visual charm, for it may indeed taste like a one-way ticket to culinary perdition.

After this fateful encounter, I was left pondering the allure of the Francesinha. Could it be that its towering architecture is merely a façade, a tantalizing mirage for the unsuspecting traveler? I couldn't help but wonder if the person who conceived this sandwich did so in a feverish drug-induced dream, haphazardly tossing every ingredient in the fridge together, all while dancing on the precipice of culinary insanity.

In the end, it became evident that my own culinary sensibilities could not find solace in the Francesinha's chaotic symphony of flavors. It was a sandwich that defied reason, leaving me to seek refuge in the simplicity of traditional Portuguese cuisine. While this experience may serve as a cautionary tale, I can only hope that others may find a more harmonious dining experience, far removed from the realm of culinary misadventure that the Francesinha...

Café Santiago in Porto is a well-known institution, celebrated for serving what many claim to be the best Francesinha in town. While the place itself has a casual and bustling atmosphere, the prices are not as “popular” as one might expect for such an establishment. That said, I went with one goal in mind: to taste this legendary dish.

For those unfamiliar, the Francesinha is Porto’s iconic sandwich, a true indulgence for meat lovers. It consists of layers of cured ham, linguiça (smoked sausage), fresh sausage, and steak, all encased in thick toasted bread, covered with melted cheese, and then drowned in a rich, slightly spicy beer-based sauce. It is typically served with a side of fries and sometimes a fried egg on top.

Flavor-wise, I must admit, it was delicious. The combination of smoky meats, creamy cheese, and the bold, tangy sauce makes for a deeply satisfying bite. The sauce, in particular, has a well-balanced blend of spice and umami that keeps you coming back for more.

However, the presentation leaves much to be desired. The sandwich arrives completely submerged in sauce, and the plate is overflowing with fries, making it almost impossible to cut the Francesinha without sending fries spilling over the table. It’s a dish that demands flavor over finesse, but a little more consideration for plating wouldn’t hurt.

As for the service, the staff is friendly, but English proficiency is quite basic, so be prepared for some misunderstandings if you don’t...

Antes de adentramos en el motivo de la visita, la Franceshina, optamos por pedir algunos entrantes. El primero que degustamos fue el Rissol de Camarāo. Este plato es como una especie de empanadilla rebozada rellena de camarones. Personalmente me pareció un plato correcto para iniciar la comida. El rebozado no está aceitoso y, aunque no es memorable, no eclipsa a la masa de la empanadilla, ni al relleno de camarones. Sobre la masa de empanadilla, me hubiera gustado que hubiera conservado el toque crujiente para aportar una textura diferencial y el relleno me pareció que cumplía. No es el bocado de tu vida, pero no está mal y de ahí que le otorgue una puntuación de...

El siguiente entrante que probé fue el que menos me convenció de los tres que degustamos y el peor plato de la comida. El Rissol de Leitao es un plato muy similar al anterior, pero en vez de contar con un relleno de camarones, el relleno es de cochinillo. Sobre el rebozado y la masa poco que decir con respecto al anterior, ya que era idéntico. En cambio el relleno en este caso no me cautivó nada, me pareció sumamente insípido y bastante pobre. Por lo que la máxima puntuación que le puedo dar es un...

Finalizamos la ronda de entrantes con el que más me gustó de los tres, el Bolinho de Bacalhau. Este plato es un bocado muy popular de la gastronomía portuguesa que degustamos en varios restaurantes de Oporto. Es como una especie de buñuelo de bacalao y la verdad es que estos fueron los mejores que probé. El rebozado no es mega crujiente, pero cumple y lo cierto es que el relleno interior no es memorable y la textura es excesivamente densa, pero de sabor me pareció correcto. No es el mejor buñuelo de bacalao que vas a probar en tu vida, pero es el entrante que más os recomiendo pedir si acudís y de ahí que le dé una puntuación de...

Llegamos al motivo de la visita y el que es el plato más emblemático de Oporto, la Franceshina Santiago. Como os decía al inicio, hay varias variedades de franceshina en carta, pero la que el camarero nos recomendó pedir fue esta. La Franceshina Santiago está compuesta por dos panes de molde tostados y que son propios del local, mortadela, dos variedades de salchicha, ternera, jamón, queso, huevo y la salsa secreta. Por si todo esto no fuera ya una bomba, viene rodeada de patatas fritas. Visualmente es un plato tremendamente estético para los amantes de la comida gocha. Antes de adentrarme en lo que me pareció la franceshina en sí, deciros que las patatas fritas eran caseras, estaban bien ejecutadas y me gustaron bastante. En líneas generales me gustó la franceshina y, aunque hay miles de platos mejores, me parece que es de esos platos que hay que probar antes de morir. Las carnes utilizadas se puede apreciar al instante que son de una calidad bastante baja, pero el conjunto es tan “bestia” que hasta se camufla ese nivel tan bajo. El queso no es nada potente, pero hace buen papel como cohesionador del resto de componentes. El huevo también casa a la perfección y la salsa no es sublime, pero tiene un ligero toque picante (apto para todo tipo de paladares) que aporta un toque diferencial que me gustó. Sobre la salsa comentaros que aprecié un predominio bastante claro de tomate con ligeros toques alcohólicos. En conjunto me parece un plato obligatorio de pedir si viajáis a Oporto. Reitero que no es el plato de vuestra vida, pero no merece menos de un...

Pasamos a los postres y he de reconocer que tenía unas expectativas bastante bajas, pero me parecieron bastante aceptables los dos que degustamos. El Mousse de Manga tenía una textura excesivamente densa para mi gusto. Sin embargo, el sabor me convenció y si buscáis saciar el antojo de dulce este postre cumple. De nuevo, en la línea con el resto de platos que no son la franceshina, cumplen y se pueden comer, pero no son memorables, ni entusiasman. Por lo que la máxima puntuación que le puedo otorgar es un...

Si queréis saber la puntuación de cada plato y una valoración final, os animo a que os paséis por mi blog de...