Die San Jerónimo el Real-Kirche, oft einfach „Los Jerónimos“ genannt, steht wie ein stiller Wächter hinter dem berühmten Prado-Museum, leicht erhöht und etwas abseits des Trubels. Als ich mich ihr nähere, fällt mir sofort ihre einzigartige Erscheinung auf: eine Mischung aus Gotik und Renaissance, die sich mit der Eleganz einer Kathedrale paart, aber gleichzeitig eine gewisse Bescheidenheit ausstrahlt – als wolle sie nicht zu aufdringlich wirken, obwohl sie genau weiß, wie beeindruckend sie ist.
Die Fassade ist das erste, was mich ins Staunen versetzt. Die Spitzen der gotischen Türme ragen in den Himmel, als wollten sie eine Verbindung zwischen Erde und Himmel schaffen. Die kunstvollen Verzierungen, die die Eingangsportale schmücken, erzählen Geschichten aus einer anderen Zeit. Über allem thront ein Rosettenfenster, das im Licht glitzert, als ob es die Geheimnisse der Jahrhunderte in sich trägt. Doch obwohl sie imposant wirkt, liegt eine gewisse Zartheit in ihrer Erscheinung – vielleicht sind es die erdigen Farbtöne der Steine oder die ruhige Umgebung, die diesen Eindruck verstärken.
Diese Kirche, so erzählt man mir, hat eine bewegte Geschichte. Ursprünglich wurde sie im 15. Jahrhundert als Teil eines Klosters errichtet, das von den Katholischen Königen gegründet wurde. Damals lag sie weit außerhalb der Stadt, ein Rückzugsort für die Mönche des Hieronymiten-Ordens. Doch wie das Leben manchmal spielt, wurde die Kirche später fast wie ein Stiefkind behandelt: Das Kloster fiel dem Abriss zum Opfer, und nur die Kirche überlebte, ein Zeugnis des Glaubens und der Kunst jener Zeit.
Während ich die steinerne Treppe hinaufsteige, die zur Kirche führt, fühle ich mich fast, als würde ich in eine andere Epoche eintreten. Das Innere ist schlicht und dennoch überwältigend. Hohe, schlanke Säulen tragen ein Gewölbe, das in eleganten Bögen über mir schwebt. Das Licht, das durch die bunten Glasfenster fällt, malt farbige Muster auf die Wände und verleiht dem Raum eine fast mystische Atmosphäre. Der Hauptaltar ist prachtvoll, aber nicht überladen – ein Werk, das den Blick auf sich zieht, ohne laut zu sein.
Ich erfahre, dass die Kirche über Jahrhunderte hinweg eine enge Verbindung zur spanischen Monarchie hatte. Krönungen und königliche Hochzeiten fanden hier statt, und das Gefühl von Geschichte ist in den Mauern spürbar. Gleichzeitig wirkt sie nicht wie ein Museum, sondern wie ein lebendiger Ort des Glaubens, an dem Menschen noch heute innehalten, beten oder einfach die Stille genießen.
Draußen, vor der Kirche, ist die Aussicht auf die Stadt atemberaubend. Von hier aus kann man den Prado und die umliegenden Gärten sehen, die sich wie eine grüne Oase in die Stadt einfügen. Die Menschen schlendern vorbei, einige schauen neugierig nach oben, andere sind auf dem Weg zu ihrer nächsten Sehenswürdigkeit. Doch ich bleibe einen Moment stehen, lasse den Blick schweifen und denke daran, wie die San Jerónimo el Real in all den Jahrhunderten viele kommen und gehen sah: Könige, Künstler, Gläubige und nun uns, die Touristen des 21. Jahrhunderts.
Die Kirche ist kein lauter Star, der sich in den Vordergrund drängt, sondern eher eine stille Schönheit, die ihre Geschichten nur jenen preisgibt, die sich Zeit nehmen, sie zu entdecken. Und während ich sie verlasse, höre ich fast, wie die alten Mauern ein leises Flüstern von vergangener Pracht und zeitlosem Glauben von sich geben – ein Echo aus einer Welt, die nie ganz verschwunden ist.
Stand: 19.11.2024
"Man muss es ganz klar sagen: Religion stammt aus der Zeit der menschlichen Vorgeschichte, in der niemand die geringste Ahnung hatte, was...
Read moreLa Iglesia de San Jerónimo el Real, o mejor conocida como 'los Jerónimos', la cual ha estado durante siglos ligada a eventos que han marcado la historia de Madrid y España, y por tanto también de la América hispánica colonial, habiendo servido como capilla real y en donde se coronaron los monarcas españoles desde Felipe II hasta Isabel II. El origen de esta iglesia está en el primitivo Monasterio de San Jerónimo el Real fundado en 1436 por Enrique IV 'El Impomente, al lado del río Manzanares, desde donde tuvo que ser trasladado hasta su emplazamiento actual (a espaldas del Museo del Prado) a finales del siglo XV debido a las continuas enfermedades de los monjes, quienes lo desmontaron y movieron piedra a piedra. Su estilo inicial era gótico tardío o isabelino con elementos renacentistas (cuyo diseño se atribuye con dudas a Enrique Egas), pero a lo largo de su historia ha sufrido muchas variaciones con los cambios de tendencias y por los daños importantes causados tras las exclaustraciones durante la invasión napoléonica y la desamortización de Mendizábal, correspondiendo su aspecto actual neogótico a la restauración acometida entre 2007 y 2011. Su planta es de cruz latina, con una sola nave cubierta por bóvedas de terceletes, flanqueada por 10 capillas laterales entre contrafuertes, sobre las cuales se abren triforios. Poseía un claustro de estilo renacentista, erigido en 1612 bajo la dirección Miguel Martínez, el cual se encontraba en situación deplorable y fue recuperado en la ampliación del Museo del Prado por Rafael Moneo, siendo conocido popularmente por aspecto exterior como «El cubo de Moneo". También existía junto al monasterio el llamado 'Cuarto Real', lugar de descanso y meditación de la familia real que luego fue ampliado como el Palacio del Buen Retiro en tiempos de Felipe IV, no conservándose nada de él actualmente, pero fue el origen del Parque del Retiro. La iglesia alberga importantes tesoros artísticos, dentro de los que destaca una colección de cuadros de la escuela barroca madrileña pertenecientes al Museo del Prado, que incluyen obras de Juan Carreño de Miranda (Santa Ana enseñando a leer a la Virgen María), Fray Juan Andrés Rizi (San Benito bendiciendo el pan), Francisco Rizi (Adoración de los pastores), José Moreno (Huida a Egipto) o Antonio de Pereda (Inmaculada Concepción, San Francisco de Asís en la Porciúncula), así como un 'San Jerónimo pendiente' de Alonso Cano (muy similar al que se encuentra en el Museo de Bellas Artes de Granada). En el altar mayor destaca el cuadro de 'la última Comunión de San Jerónimo', obra de proporciones monumentales del pintor neoclásico Rafael Tegeo, con influencias del barroco clacisista boloñés, en especial de Annibale Carracci y Domenichino. Esta pintura está flanqueada por imágenes de Santa María y San José atribuidas a Luis Salvador Carmona. En una capilla del crucero en lado del Evangelio se encuentra un impresionante retablo neogótico que data de 1855, obra de José Méndez, presidido por una peculiar Inmaculada alada. A la lado de este retablo destaca la talla del Cristo de la Buena Muerte, obra maestra de Juan Pascual de Mena. Quizá los fragmentos que mejor nos remiten a la decoración original de este templo, son unas pinturas murales del siglo XVI representando escenas de la pasión y unos bajorrelieves, muy dañados, de estilo renacentista, en una de las...
Read moreMuy tradicional por sus bodas. Es una Iglesia muy bonita. La Iglesia de San Jerónimo El Real se construyó por orden de los Reyes Católicos y una de las estructuras que se conservan del antiguo monasterio de San Jerónimo. La otra, el claustro, es hoy parte del Museo del Prado.
La iglesia es la estructura que queda del antiguo monasterio de San Jerónimo que una vez estuvo al lado del destruido Palacio del Buen Retiro, del que sólo ha llegado a nuestros días el Casón del Buen Retiro.
Una iglesia digna de reyes Popularmente conocida como "Los Jerónimos", su nombre oficial es el de Iglesia Parroquial de San Jerónimo el Real. Está situada junto al Museo del Prado, en su parte posterior, y es de estilo gótico tardío con influencias renacentistas de principios del siglo XVI. Aunque del edificio original queda poco pues a lo largo de los siglos ha sido remodelado y restaurado en numerosas ocasiones.
Su nombre hace referencia a su especial relación con los reyes de España, para comenzar se construyó por orden de los Reyes Católicos y a lo largo de la historia se convirtió en lugar de retiro espiritual de varios monarcas. Además, durante siglos ha sido el escenario de investiduras reales a falta de una catedral y también se celebró aquí la boda de Alfonso XIII, para la cual se construyó en 1906 la gran escalinata que lleva hasta su puerta.
El Cubo de Moneo Otra parte del monasterio se encuentra ahora en el interior del Museo del Prado, en lo que se conoce como el “Cubo de Moneo”. Se trata del antiguo claustro del monasterio, para cuya recuperación se desmontaron una a una las piedras que sus galerías, se numeraron y se trasladaron a un taller donde las limpiaron mientras, en el solar del antiguo claustro, se vaciaba y excavaba para conectarlo con el nuevo recibidor del Museo del Prado.
Un edificio gótico digno de contemplar Cuando visites el Museo del Prado, detente un momento para contemplar este magnífico edificio, cuya silueta llama poderosamente la atención por su majestuosidad.
Este es el único edificio de estilo gótico en Madrid. Se trata de un gótico tardío con influencias renacentistas y reminiscencias de la arquitectura madrileña, que se aprecian en su fachada en la que se mezclan piedra y ladrillo. Busca en su interior su coro de estilo gótico isabelino, que reconocerás porque se sustenta sobre un arco carpanel.
Pero sin duda, lo más bello de la iglesia está en su exterior. Los Jerónimos han sufrido diversas modificaciones desde su construcción original en 1502, el edificio que vemos hoy es en su mayor parte del siglo XIX, época en que se reconstruyeron la fachada y las dos torres gemelas que enmarcan la capilla mayor. No obstante, el estilo gótico se ha conservado y se puede apreciar en las torres, en los arbotantes y en los contrafuertes rematados pos pináculos,...
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