Descripción 100% real:||Llego al hostal, subo unas pintorescas escaleras de madera y llamo al timbre. Unos pasos y un sonido de llaves o cadenas. Muriel (nombre recomendado) abre la puerta. Una mujer amable escondida tras unas gafas me sonríe con una mueca de cine negro. Ella no es quien lleva "los temas de ordenadores", tan solo prepara las habitaciones, me pide que vuelva más tarde.||A la vuelta, es Adolfito (inspiración propia) quien me abre, él lleva las reservas. Entro con mi pareja y nos acompañan hasta lo que en algún momento fue un salón familiar. Todavía conserva unas puertas con cristalera, cubiertas con unas improvisadas cortinas. Una estancia antigua, como el resto de la pensión. Quizás en su fecha se tratara de un lugar bien. Comienza un espectáculo en el que Muriel y Adolfito recorren nuestra habitación con mi novia y yo mirándonos estupefactos. Cubrecamas arriba, cubrecamas abajo, y todo listo. Realizamos el registro, nos disponemos a recorrer Madrid a pie. ¡El hostal está prácticamente en plena Gran Vía! Pero Adolfito toca a nuestra puerta sonriente. "¿Van a salir? Si llegan más tarde de la 1 llamen al número de teléfono, por favor, porque estaremos durmiendo" -sigue siendo una casa algo familiar, finalmente-. Muriel nos guiña uno de sus pequeños ojos y susurra "Si venís algo más tarde no pasa nada, a veces trasnochamos", acompañado de una risita.||Revisamos todo antes de irnos y hallamos el gran defecto de nuestra particular ganga (tan solo 38 euros). La higiene parece ser la única que jamás se ha hospedado en este lugar. Nadie pide lujos por ese precio, pero la limpieza es algo esencial. ¡Un derecho básico, diría yo! Pelo (no quiero pensar de dónde) en la ducha, manchurrones, pasta de dientes en el espejo y una larga lista de puajs.||||Tras vivir nuestra aventura madrileña, nos plantamos a la una en punto en la puerta de la pensión. No queremos tener a Muriel toda la noche en vilo. Es la hora de los últimos paseos por la pensión antes de domir. Mi novia, intuyo que asustada por cómo se asomaba tímidamente al pasillo, me pide que la acompañe a lavarse los dientes. Mientras espero en la puerta, una sombra enjuta me roza mientras serpentea por el largo pasillo. Gertrudis, la silenciosa guardiana de la pensión a media noche. Con ese susto, los dientes limpios y miedo a encontrarnos algún familiar más, nos encerramos para descansar sobre unos colchones tan usados que a cualquier huésped harían quedar de máquina sexual. Intentamos dormir entre los ñics y ñacs de los muelles.||||Qué noche tan larga, al menos para mi novia. Por suerte, tengo el sueño profundo. Mientras nos vestimos para abandonar este escenario, ella enumera cada uno de los ruidos que las finas paredes dejaron entran en nuestra habitación. Probablemente no volvamos, aunque si lo hacemos llevaré mi cámara. Las road movies siempre me han parecido un género interesante.||||Muriel, Adolfito -y también Gertrudis-, no os ofendáis con este comentario, aunque no lo parezca, lo he pasado bien. Sobre todo narrando esta anécdota a mis...
Read moreDescripción 100% real: Llego al hostal, subo unas pintorescas escaleras de madera y llamo al timbre. Unos pasos y un sonido de llaves o cadenas. Muriel (nombre recomendado) abre la puerta. Una mujer amable escondida tras unas gafas me sonríe con una mueca de cine negro. Ella no es quien lleva "los temas de ordenadores", tan solo prepara las habitaciones, me pide que vuelva más tarde. A la vuelta, es Adolfito (inspiración propia) quien me abre, él lleva las reservas. Entro con mi pareja y nos acompañan hasta lo que en algún momento fue un salón familiar. Todavía conserva unas puertas con cristalera, cubiertas con unas improvisadas cortinas. Una estancia antigua, como el resto de la pensión. Quizás en su fecha se tratara de un lugar bien. Comienza un espectáculo en el que Muriel y Adolfito recorren nuestra habitación con mi novia y yo mirándonos estupefactos. Cubrecamas arriba, cubrecamas abajo, y todo listo. Realizamos el registro, nos disponemos a recorrer Madrid a pie. ¡El hostal está prácticamente en plena Gran Vía! Pero Adolfito toca a nuestra puerta sonriente. "¿Van a salir? Si llegan más tarde de la 1 llamen al número de teléfono, por favor, porque estaremos durmiendo" -sigue siendo una casa algo familiar, finalmente-. Muriel nos guiña uno de sus pequeños ojos y susurra "Si venís algo más tarde no pasa nada, a veces trasnochamos", acompañado de una risita. Revisamos todo antes de irnos y hallamos el gran defecto de nuestra particular ganga (tan solo 38 euros). La higiene parece ser la única que jamás se ha hospedado en este lugar. Nadie pide lujos por ese precio, pero la limpieza es algo esencial. ¡Un derecho básico, diría yo! Pelo (no quiero pensar de dónde) en la ducha, manchurrones, pasta de dientes en el espejo y una larga lista de puajs.
Tras vivir nuestra aventura madrileña, nos plantamos a la una en punto en la puerta de la pensión. No queremos tener a Muriel toda la noche en vilo. Es la hora de los últimos paseos por la pensión antes de domir. Mi novia, intuyo que asustada por cómo se asomaba tímidamente al pasillo, me pide que la acompañe a lavarse los dientes. Mientras espero en la puerta, una sombra enjuta me roza mientras serpentea por el largo pasillo. Gertrudis, la silenciosa guardiana de la pensión a media noche. Con ese susto, los dientes limpios y miedo a encontrarnos algún familiar más, nos encerramos para descansar sobre unos colchones tan usados que a cualquier huésped harían quedar de máquina sexual. Intentamos dormir entre los ñics y ñacs de los muelles.
Qué noche tan larga, al menos para mi novia. Por suerte, tengo el sueño profundo. Mientras nos vestimos para abandonar este escenario, ella enumera cada uno de los ruidos que las finas paredes dejaron entran en nuestra habitación. Probablemente no volvamos, aunque si lo hacemos llevaré mi cámara. Las road movies siempre me han parecido un género interesante.
Muriel, Adolfito -y también Gertrudis-, no os ofendáis con este comentario, aunque no lo parezca, lo he pasado bien. Sobre todo narrando esta anécdota a mis...
Read moreUnclean - there was hair in the bathroom, and the room was smelly.
Doors are thin, glass, and do not close properly.
Friendly staff but a strange atmosphere. While I was in bed, one of them popped into the room, unflustered... this is a guest house, not a hostel, and the family who own & run it treat it like home - including guests' rooms.
Guests only get a key to their room, and access to the building is limited to opening hours. This also means more noise when a group ring...
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