El Campo del Moro es un jardín histórico, cuya creación se debe a Felipe II y es uno de los rincones escondidos más especiales de Madrid.
Se encuentra situado en un eje verde, con más de 20 hectáreas, junto a Madrid Río, fueron declarados Monumento Histórico Artístico en 1931.
Su nombre hace referencia a un episodio histórico sucedido en 1109, cuando el caudillo musulmán Alí Ben Yusuf intentó reconquistar Madrid tras la muerte del rey Alfonso VI, atacando el alcázar desde la ladera próxima al río. Sus tropas y él parece ser que acamparon en el lugar que hoy ocupan los jardines.
El Rey Felipe II, en el siglo XVI, compró los terrenos colindantes al Alcázar, convirtiéndose en la zona de ocio de la Corte en Madrid. Tras el incendio del Alcázar de Madrid en 1734, este terreno pierde protagonismo en favor de otras zonas cercanas a Palacio.
Cuando reinaba Isabel II fue cuando se acometió la construcción de los Jardines por parte de Narciso Pascual y Colomer (1844), del que permanece el trazado de las principales avenidas rectilíneas, y las dos fuentes que se alinean en el eje central: la de las Conchas, obra de Felipe de Castro y Manuel Álvarez (1775), procedente del Palacio del Infante don Luis en Boadilla del Monte, y la de los Tritones, obra italiana del siglo XVI procedente del jardín de la Isleta en Aranjuez, y colocada ante la Gruta Grande o invernadero.
Pero fue durante la Regencia de María Cristina de Habsburgo se reformó completamente el parque según el diseño seudopaisajista de Ramón Oliva (1890).
Los terrenos del Campo del Moro no fueron ajardinados antes ante la imposibilidad de conectarlos con el Palacio Real, situado a mucha mayor altura. Esta posición elevada se aprovechó para crear una de las mejores perspectivas madrileñas, la del Palacio Real detrás de un gran tapiz verde jalonado por fuentes monumentales dentro de un amplio y sombrío jardín romántico.
Los jardines cuentan con aseos públicos y servicio de restauración en La Terraza del Campo del Moro, un nuevo espacio inaugurado el 5 de abril de 2025 donde la historia, la naturaleza y la gastronomía se fusionan. Dispone de cocina abierta durante todo el día y ofrece una propuesta gastronómica que combina tradición y vanguardia, con platos que resaltan la esencia de la cocina castiza con guiños...
Read moreWhen we tried to exit the park, we realized there's little signage available telling us where to go. We approached one gate, which appeared available to exit. A guard, without approaching us or speaking to us at all, warned us to stop and threatened us with a 600 Euro fine. All this from 100 meters and with a lot of aggression. Why leave a park open, even have a photo exhibit there, and simultaneously make it impossible to enjoy? Ourselves and the majority of other visitors we saw were equally confused at how to escape this park and were subject to the aggression of this...
Read moreEl Campo del Moro no es un parque. Es un regalo. Una fantasía vegetal donde la naturaleza se ha puesto corbata y se ha peinado para salir en la postal. Un lugar que parece diseñado por un jardinero con trauma romántico y un GPS emocional. Y yo lo recorrí con una pareja de recién casados, haciendo un reportaje de bodas que acabó siendo más espiritual que fotográfico.
Es un sitio donde el aire no solo se respira: se saborea, se acaricia, te dice cosas bonitas al oído como si fueras un ficus con autoestima baja. Las ardillas parecen actores del Teatro Real en descanso. Los pavos reales no pasean: desfilan. Son influencers de otra época.
Recorrerlo cámara en mano, con los novios de fondo y los árboles susurrando cosas que no entiendo pero que me hacen sentir valioso, fue como rodar una película de época escrita por un poeta borracho y dirigida por Wes Anderson en fase zen. De repente, todo tenía sentido. Incluso mi peinado.
El silencio del parque no es vacío: es elegancia. Un silencio que te permite escuchar tus pensamientos, necesitas más sitios como este y menos buffets asiáticos donde la única planta viva es una lechuga mustia.
Todo está cuidado con mimo, como si el jardinero fuera tu abuela preparando la mesa de Navidad. Cada esquina es un cuadro. Cada banco, un poema. Si te sientas cinco minutos, sientes que has vivido algo. Y si te quedas diez, igual te planteas casarte tú también, aunque sea con un árbol o con una fuente.
Cinco estrellas. Y porque no se pueden poner seis. Campo del Moro es la prueba de que Madrid, cuando se pone elegante, lo hace con árboles, sombra y esa nostalgia que huele a romero y...
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