malísimo. Muy caro, comida fría y servicio mal. Fuimos al restaurante con una gran expectativa como se muestra en redes sociales! pero, la verdad fue una experiencia muy mala. Para empezar el día domingo en horario de apertura (12.30) fuimos a consumir un almuerzo.. hasta ahí, todo bien, nos sentamos en una mesa de afuera porque, apesar de que ya era apertura ( llegamos a las 12.50) no nos dejaron acceder al segundo piso. Al momento de pedir nuestra comida nos informa un joven que NO se podía comer sushi, porque el sushero de turno aún no llegaba. Fuimos comprensivos con la situación y aún así la persona que nos atendio se devolvió más de 3 veces hacia nuestra mesa. Primero, nos indicó que el sushi no se podía pero que podríamos cambiarlo por otra cosa, nosotros íbamos a pedir cortes SAKURA a lo cual indicó que no se podía porque no tenían ciertos ingredientes y que no había cocinero, que solo cosas simples. Luego, al momento de pedir entonces el cambio por un onigiri el joven aceptó. Se devolvió nuevamente a indicar que no habían ciertos ingredientes , Cambiamos un segundo plato que en este caso un bionchi ( una especie de Gohan con arroz y menos verduras) por un ceviche. Fue una experiencia malísima, no consumimos los alimentos que queríamos consumir y además de esto, unos 10 minutos más tarde a la mesa de atrás les dieron el sushi y vendieron un BIONCHI que según el joven que nos atendió no había. No volvería a este lugar por la mala organización y la mala atención. No queríamos pasar un mal rato a las personas que atienden el local, pero nos fuimos con una experiencia triste, además de que gastamos para este servicios. Realmente pésimo y decepcionante, no recomendado para quienes quieran ir. Servicio decadente, arroz congelado, gyosas frias y bubble tea que era OREO CON AGUA porque más sabor no tenía. 1/10 PÉSIMO MISOO TEA mil veces...
Read moreQuisiera manifestar mi experiencia en su local, ya que hubo varios aspectos que considero importante mencionar:
Atención al cliente: Al llegar, no había nadie en la entrada para recibirnos ni orientarnos sobre dónde sentarnos. Tuvimos que adivinar por nuestra cuenta. Esperamos bastante tiempo para ser atendidos y, pese a solicitar atención en más de una ocasión, la respuesta seguía siendo lenta.
Calidad de la comida: Probé el ramen, pero lamentablemente no cumplía con lo esperado. El caldo carecía de sabor, parecía más agua con un leve gusto. Además, incluía ingredientes poco tradicionales como zanahoria y choclo. El huevo estaba sobrecocido, cuando en un buen ramen debería estar a medio cocer. Tuve que agregar salsa de soya para que el plato tuviera algo de sabor.
Higiene del lugar (lo más preocupante): Notamos un evidente descuido en la limpieza. Las mesas estaban visiblemente sucias. Para confirmarlo, pasé una servilleta sobre una de ellas y salió completamente negra. Las ventanas también se veían sucias. Había una mesa con cubiertos expuestos al aire libre, lo que facilita su contaminación. Las servilletas donde se apoyaban también estaban sucias. La botella del endulzante no tenía tapa, lo cual es antihigiénico. Además, el paño y el desinfectante utilizados para limpiar las mesas estaban en la misma mesa donde se produce una evidente contaminación cruzada. Vi cómo se limpiaban las mesas con ese paño visiblemente sucio, y luego se dejaban los platillos de la soya encima. A mí me entregaron uno de esos platillos, el cual aún tenía residuos visibles del limpiador. Incluso al pasarle una servilleta, se notaba que estaba sucio.
Espero que puedan tomar en cuenta estas observaciones, ya que es fundamental mejorar estos aspectos, especialmente los relacionados con la higiene, que comprometen seriamente la seguridad de...
Read moreJamás creí que una simple salida a un restaurante coreano terminaría desencadenando una espiral de angustia emocional, desilusión culinaria y una crisis existencial que todavía estoy pagando con terapia tres veces por semana.
Desde que entré al local —una mezcla incómoda entre karaoke de pesadilla y funeral mal decorado— supe que algo estaba mal. El olor. Oh, Dios. Una combinación de kimchi rancio, desinfectante barato y, sospecho, el alma podrida del dueño.
Pedí bulgogi y me trajeron lo que parecía carne de zapato hervida en lágrimas. El arroz estaba seco como mi vida amorosa y el kimchi tenía la acidez de una suegra con resaca. El mesero, que parecía haber escapado de una secta o de una pesadilla kafkiana, me atendió con la mirada perdida de alguien que ya ha renunciado a la esperanza. Me pregunté si yo sería el siguiente.
A mitad de la comida empecé a sudar frío. No por el picante —eso habría sido un placer—, sino por la sensación indescriptible de que estaba siendo observado… no por cámaras de seguridad, sino por ojos que no deberían estar allí. En un momento, escuché un sollozo ahogado proveniente del sótano (¿o fue mi imaginación enferma?). Pedí ir al baño. Me dijeron que estaba “fuera de servicio”, pero vi una puerta con candado y marcas de uñas. No quise saber más.
El postre fue una gelatina de té verde con la textura de moco de monstruo y un dejo de desesperación. Salí del lugar con una certeza: ese restaurante no solo mató mi apetito, mató una parte de mi alma. Y desde entonces, cada vez que escucho la palabra “bibimbap”, tengo flashbacks.
No puedo afirmar nada —aún—, pero si algún día cae la Interpol sobre ese local, no me sorprendería. Hay algo más ahí abajo. Algo que grita.
Puntuación:...
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