This was our second trip to NYC from Sydney, Australia and Los Tacos was on our shortlist for food to try. We were in the Fin District and our original lunch plans didn’t work out so we ended up here - and let me tell you we were not disappointed! We weren’t expecting much especially as it’s a takeaway shop but every aspect end to end was superb. The queue moved quickly, ordering was simple, the restaurant was clean, and the team work like a well-oiled machine. It is a VIBE when you walk in with all the staff being super polite and happy and having a laugh as they work. The manager, Miguel, takes customer service to the next level. Miguel worked the room like it was a sit down restaurant, spending time with guests, explaining various things and fielding questions about the menu. He happily offers to take photos for tourists like us, personally tops up condiments, and even treated us to a few extras. I was blown away and this was before we even started eating. Oh. My. God. DELICIOUS. We had a combination of soft corn tacos and the hard tacos, with chicken and steak and all the topics. We also ended up with corn chips and guacamole, and jalapeños and onions. Some of the best we’ve ever had - we were talking about the food and the service for the next 2 days. Highly recommend, you will not be disappointed!!!! Thank you for looking after us...
Read moreI honestly don’t get how this place boasts a 4.9 on Google—must be for their delivery pics, because in person it was a major let‑down. Here’s the lowdown on my Financial District “taco feast” (yes, that’s sarcasm):
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No Washroom?! A taquería serving hand‑held food with zero restroom access is just sloppy. You need to wash up before digging into greasy tortillas—especially when they’re serving straight from the counter. Hygiene 101, people.
Highway Robbery Prices We shelled out over $40 for what you see in the pic. That’s easily double what you’d pay at most decent taco joints in our city.
Adobada vs. Beef—Night and Day • Adobada Taco: Nicely seasoned, juicy, with a bit of brightness from the pine‑pickled garnish. • Beef Taco: Totally meh. Nothing here screamed “authentic” or even “memorable.”
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Bottom Line: Great adobada but everything else is overpriced, underwhelming, and—most critically—unsanitary...
Read moreEn el corazón frenético de Manhattan, donde los sabores del mundo compiten por un instante de gloria, hay un lugar que no necesita alardes, ni luces de neón, ni falsas promesas. Su nombre es sencillo, incluso temerario: Los Tacos Número Uno. Y, milagrosamente, no mienten. Lo son.
No he tenido aún el privilegio de viajar a México —ni al DF, ni a Oaxaca, ni a Jalisco—, pero si el país sabe como estos tacos… entonces ya lo he visitado con el paladar. Porque cada bocado aquí parece llevarte directamente allí, sin necesidad de avión.
Los tacos son un manifiesto. Una declaración de principios. Cada uno de ellos —da igual si de adobada, carne asada, pollo o nopal— es perfecto en sí mismo. El equilibrio entre la carne, la salsa, la frescura de la cebolla y el cilantro, el perfume cálido de la tortilla recién hecha… todo está calibrado con la devoción de un oficio que no admite atajos.
Pero lo mejor, lo sorprendentemente mejor, son las quesadillas. Una sinfonía en la que el queso —meloso, vibrante— se funde con esa masa de maíz o de trigo que te dejan elegir como si fuera un ritual personal. Y elegir importa, porque la masa aquí es un personaje más. Se siente auténtica, noble, sin trampa ni maquinaria. Hecha con manos, con fuego y con tiempo.
Los nachos con guacamole son otra proeza. El guacamole sabe a fruta madura, a lima bien medida, a mano de molcajete y no de procesadora eléctrica. Es casi insultante llamarlo “guacamole” sin añadir un adjetivo como “divino”. Y los nachos, lejos de esas láminas industriales que abundan en otras partes, son masa verdadera convertida en crujido.
Y la horchata, al fin, es lo que debe ser: dulce sin empalagar, especiada, fresca y honesta. La que calma, acompaña, refresca y despide con cariño.
La atención, como era de esperar, es simplemente sublime. Son mexicanos de sonrisa limpia, de voz amable, de hospitalidad natural. Hablan en español, te miran a los ojos y celebran tu elección. Y eso, en una ciudad donde la prisa suele comerse hasta el alma, vale oro.
¿Y el precio? Adecuado. Justo. Merecido. Porque no se paga solo la comida: se paga el amor que hay detrás, la verdad del producto, la alegría de comer algo que no intenta parecerse a nada más que a lo que es: el taco elevado a arte.
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Si hay justicia en el mundo gastronómico, este lugar debería ser patrimonio sensorial de la ciudad de Nueva York. Porque Los Tacos Número Uno no es solo un nombre: es una verdad. Y uno sale de allí con el alma más llena que...
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